Percepción olfativa 

¿Qué es el olfato?

El olfato, es nuestro segundo sentido químico, cumple funciones esenciales como identificar alimentos y evitar consumir aquellos que están en mal estado. También es crucial en muchas especies para rastrear presas, detectar depredadores y reconocer aliados, enemigos o parejas potenciales. El sistema olfatorio es el segundo más grande después de la visión en cuanto al número de células receptoras, contando aproximadamente con 10 millones. Además, podemos detectar ciertas sustancias en concentraciones más bajas que algunos de los instrumentos de laboratorio más sensibles.

Durante años, se pensó que los humanos éramos menos sensibles porque, a diferencia de otros mamíferos, nuestra nariz no está cerca del suelo, donde los olores son más fuertes. 

Un estudio realizado por Porter y colaboradores en 2007 demostró que si los humanos olfatean directamente cerca del suelo, como los perros, su desempeño olfativo mejora significativamente. En este experimento, los participantes, con los ojos vendados y equipados para usar solo la nariz, siguieron exitosamente el rastro de un perfume de chocolate en zigzag, igual que los perros. Esto sugiere que la percepción limitada del olfato humano podría deberse más a la forma en que lo usamos que a una falta de capacidad real.

Estímulo olfativo

El estímulo que percibimos como olor (formalmente llamado odorizante) está compuesto por sustancias volátiles con una masa molecular que suele estar entre 15 y 300. La mayoría de los compuestos olorosos son liposolubles y de origen orgánico. Sin embargo, no todas las sustancias que cumplen con estas características producen olor, lo que indica que aún falta mucho por descubrir sobre qué determina realmente que algo sea un odorizante. 

Anatomía del aparato olfatorio

Nuestro sistema olfativo cuenta con aproximadamente 6 millones de células receptoras, ubicadas en dos áreas de tejido llamadas epitelio olfatorio, cada una de unos 650 milímetros cuadrados. Este epitelio se sitúa en la parte más alta de la cavidad nasal. Sin embargo, solo una pequeña fracción del aire que respiramos —menos del 10%— llega hasta estas células, por lo que es necesario aspirar con fuerza para que los estímulos olorosos alcancen los receptores.

Las células receptoras olfatorias son neuronas bipolares, cuyos cuerpos celulares se encuentran en la mucosa olfatoria que recubre la placa cribiforme, un hueso en la base del cráneo. Estas neuronas están conectadas con el nervio trigémino, cuyas terminaciones nerviosas pueden ser responsables de las sensaciones de dolor que se experimentan al inhalar sustancias químicas irritantes como el amoníaco.

Cada célula olfatoria emite un axón que llega hasta el bulbo olfatorio, una estructura ubicada en la base del encéfalo. Allí, el axón forma sinapsis con las dendritas de unas células denominadas células mitrales, llamadas así por la forma de mitra que tienen. Estas conexiones se dan dentro de estructuras esféricas llamadas glomérulos olfatorios, donde se agrupan alrededor de 2,000 axones por glomérulo, y existen aproximadamente 10,000 glomérulos en total.

Desde el bulbo olfatorio, los axones de las células mitrales se proyectan a diferentes partes del cerebro a través de las vías olfatorias. Algunas fibras se dirigen al mismo hemisferio cerebral (ipsilateral), mientras que otras cruzan al lado opuesto (contralateral). Estas proyecciones alcanzan áreas clave como la amígdala y dos regiones de la corteza límbica: la corteza piriforme (considerada la corteza olfativa primaria) y la corteza entorrinal.


Estas estructuras cumplen diferentes funciones:

Además, el sistema olfatorio no actúa de forma aislada. Recibe fibras eferentes —es decir, señales de retroalimentación— provenientes de diferentes zonas del encéfalo, incluyendo señales acetilcolinérgicas, noradrenérgicas, dopaminérgicas y serotoninérgicas, que modulan su actividad.

Por último, muchos mamíferos, incluido el ser humano en etapas tempranas del desarrollo, cuentan con un órgano adicional llamado órgano vomeronasal. Este órgano es especialmente sensible a las feromonas, sustancias químicas emitidas por otros individuos que influyen en el comportamiento y la fisiología reproductiva.


Percepción de olores específicos

Durante muchos años, el mecanismo mediante el cual los seres humanos reconocen olores específicos fue un tema de considerable incertidumbre. Se ha documentado que las personas pueden identificar aproximadamente 10,000 odorizantes distintos, mientras que otras especies animales poseen capacidades olfatorias aún más desarrolladas (Shepherd, 1994). 

Esta capacidad resulta particularmente notable considerando que los humanos disponen únicamente de unos 339 tipos diferentes de receptores olfatorios, una cifra aparentemente insuficiente para la diversidad de estímulos olfativos existentes. A este desafío se añade el constante desarrollo de nuevas moléculas sintéticas por parte de la industria química, muchas de las cuales presentan aromas inéditos.

Un hallazgo crucial en la comprensión de este fenómeno fue el descubrimiento de que cada neurona olfatoria expresa exclusivamente un único tipo de receptor olfatorio (Ressler, Sullivan y Buck, 1994). 

Esta especificidad se refleja en la organización del bulbo olfatorio, donde cada tipo de receptor envía sus proyecciones hacia glomérulos específicos. La disposición espacial de estos glomérulos se mantiene constante entre individuos de una misma especie, estableciendo una organización topográfica denominada olfatotopía, análoga a la retinotopía del sistema visual y a la tonotopía del sistema auditivo.

El reconocimiento de los odorizantes no depende de una relación unívoca entre una molécula y un receptor, sino que un mismo odorizante puede interactuar con varios receptores diferentes. Consecuentemente, la percepción de un olor particular se basa en la interpretación de un patrón único de activación glomerular. De esta manera, la percepción olfativa se configura como una tarea de reconocimiento espacial de patrones de actividad neural.

Estudios experimentales han aportado evidencia en favor de este modelo.  

Johnson, León y colaboradores (2007) demostraron, mediante la exposición de ratas a diversos odorizantes, que distintas categorías de moléculas activan regiones específicas del bulbo olfatorio. 

De manera complementaria, investigaciones en humanos mediante técnicas de imagen funcional (Gottfried, Winston y Dolan, 2006) revelaron que, en la corteza piriforme, existe un cambio en el esquema de codificación: mientras la región anterior representa principalmente las estructuras químicas de los odorizantes, la región posterior organiza la información de acuerdo con las cualidades perceptuales de los aromas.

Howard y colaboradores (2009) corroboraron estos hallazgos al demostrar que odorizantes percibidos como mentolados, amaderados o cítricos, aunque químicamente disímiles, generan patrones de actividad consistentes dentro de la corteza piriforme posterior, reflejando una organización basada en la cualidad perceptual más que en la estructura molecular.

Asimismo, se ha evidenciado la existencia de interacciones inhibitorias entre glomérulos dentro del bulbo olfatorio, las cuales permiten fenómenos como el enmascaramiento de olores

Takahashi, Nagayama y Morí (2004) observaron que la activación de glomérulos por aromas agradables, como el hinojo o el ajo, puede suprimir la actividad de glomérulos sensibles a olores desagradables, fenómeno que sustenta aplicaciones prácticas en la industria de los desodorantes y en la gastronomía.

En suma, la percepción de olores resulta de un proceso complejo que involucra la interacción de patrones espaciales de activación neural, el reconocimiento de cualidades perceptuales y mecanismos de modulación intra-bulbares, todo ello influenciado tanto por la estructura molecular de los odorizantes como por procesos de aprendizaje y memoria.

Alteraciones de la percepción del olfato

Las personas con trastornos del olfato pueden sufrir una pérdida en la capacidad de oler o cambios en cómo perciben los olores. Existen diferentes condiciones que dan lugar a la afectación del olfato. La causa más común suele ser la inflamación crónica de la nariz y los senos paranasales.

Podríamos clasificar los trastornos del olfato en función del tipo de alteración:

  • Alteraciones cuantitativas: Disminución o anulación del olfato (anosmias, hiposmias e hiperosmias). 
  • Según la localización de la lesión, podemos hacer la siguiente diferenciación:
    • Perceptivos: Cuando la alteración tiene lugar a nivel epitelio, vía nerviosa o nivel central.
    • Transmisivos: Cuando la alteración impide la llegada de odorivectores al epitelio olfativo.
    • Mixtos: Cuando las dos alteraciones anteriores se mezclan.
    • Idiopáticos: Cuando no se puede identificar el lugar de la lesión.

  • Alteraciones cualitativas: Distorsión de la percepción olfativa (parosmias, cacosmias y fantosmia). Estos trastornos pueden afectar a todos los olores, aunque también existe la posibilidad de que el trastorno afecte a uno solo.  


Alteraciones cuantitativas

Anosmia  es la total incapacidad para detectar olores. En raras ocasiones, se puede nacer sin el sentido del olfato, lo que se llama anosmia congénita.

  • Síntomas: No se perciben olores en absoluto.

  • Causas:

    • Infecciones respiratorias virales (como COVID-19).

    • Lesiones en la cabeza.

    • Obstrucciones nasales (pólipos, tumores).

    • Enfermedades neurodegenerativas (Alzheimer, Parkinson).

  • Tratamiento:

  • Corticoides en caso de inflamación.

  • Terapia olfativa (entrenamiento repetido con esencias).

  • Tratar la causa subyacente (ej. cirugía de pólipos).

Hiposmia es una reducción en la capacidad para detectar olores.

  • Síntomas: Sensación de que los olores son más débiles o difíciles de detectar.

  • Causas:

    • Envejecimiento.

    • Rinitis alérgica o crónica.

    • Daño nervioso por infecciones.

  • Tratamiento:

    • Antihistamínicos o descongestionantes si es por alergias.

    • Rehabilitación olfativa.

    • Tratamiento de infecciones si las hay.

Alteraciones cualitativas

  1. Parosmia es un cambio en la percepción normal de los olores, por ejemplo, cuando se distorsiona el olor de algo familiar, o cuando algo que normalmente le agradaba de repente se vuelve desagradable

  • Síntomas: Olores familiares se perciben alterados, desagradables o "quemados".

  • Causas:

    • Recuperación de infecciones virales (post-COVID, por ejemplo).

    • Lesión en nervios olfativos.

    • Daño cerebral (traumatismos, tumores).

  • Tratamiento:

    • Terapia olfativa intensiva.

    • Medicamentos para la inflamación.

    • Seguimiento neurológico si hay daño cerebral.

2. Cacosmia es la percepción constante de olores desagradables.

  • Síntomas: Sensación persistente de malos olores aunque no existan en el ambiente.

  • Causas:

    • Infecciones graves en la nariz o senos paranasales.

    • Epilepsia del lóbulo temporal.

    • Traumatismo craneoencefálico.

  • Tratamiento:

    • Antibióticos o cirugía para infecciones severas.

    • Control de epilepsia con medicamentos.

    • Terapia olfativa en casos crónicos.


3. Fantosmia es la sensación de percibir un olor que en realidad no está presente.

  • Síntomas: Oler cosas que no están presentes (ej. humo, quemado, perfumes).

  • Causas:

    • Daño en nervios olfativos.

    • Migrañas.

    • Trastornos psiquiátricos (depresión, esquizofrenia).

  • Tratamiento:

    • Tratar la causa de fondo (control de migrañas, tratamiento psiquiátrico).

    • Medicamentos como antiepilépticos si es por alteración neurológica.

    • En casos severos, cirugía para desconexión olfatoria.

Extra: 

Osmofobia: Es debida a experiencias vitales previas y se presenta en una reacción de miedo ante la presencia de un determinado olor.

Ejercicios prácticos

Identificación de olores a ciegas

Este ejercicio busca mejorar la capacidad de discriminación y memoria olfativa. Consiste en colocar diversas sustancias aromáticas (como café, vainilla, limón, canela, vinagre o menta) en frascos opacos o vasos cubiertos.

Los participantes deben oler cada muestra sin observar su contenido e intentar identificar el aroma. Posteriormente, se puede clasificar cada olor en categorías como dulce, ácido, picante o fresco. 

Esta actividad permite entrenar la precisión del reconocimiento olfativo y fortalecer las asociaciones mentales entre olores y conceptos. 

Mapeo de patrones olfativos

El objetivo de este ejercicio es visualizar cómo diferentes aromas estimulan distintas percepciones sensoriales. 

Se seleccionan cinco odorizantes conocidos (por ejemplo, lavanda, naranja, tierra mojada, alcohol y cebolla) y, después de oler cada uno, el participante realiza un esquema en el que representa la intensidad o la localización subjetiva de la sensación (como sentir mayor intensidad en la fosa nasal izquierda o experimentar una sensación de frescura).

Este ejercicio simula la organización de la información olfatotópica en el sistema nervioso y favorece la toma de conciencia sobre las variaciones individuales en la percepción olfativa. 

Experiencia de enmascaramiento de olores

Este ejercicio está diseñado para observar el fenómeno de enmascaramiento olfativo, donde un olor puede disminuir la percepción de otro. 

Se selecciona un olor desagradable (como vinagre o cebolla) y uno agradable (como aceite esencial de menta). 

Primero, se inhala el olor desagradable de manera aislada, evaluando su intensidad en una escala numérica. Posteriormente, se mezcla una pequeña cantidad del olor agradable con el desagradable y se vuelve a evaluar la percepción. 

Generalmente, se observa una disminución en la intensidad percibida del olor desagradable, lo que permite comprender los mecanismos de inhibición y modulación que ocurren en el bulbo olfatorio. 

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Sensación y Percepción; Psicología Cognitiva. 
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